RUIDO ROSA: EL REFUGIO DE LOS MELÓMANOS
El pub Ruido Rosa representa desde hace casi 22 años el mayor bastión en Granada para el culto a los sonidos de los sesenta. Los 091 abrieron este centro de reunión de artistas.
EDUARDO TÉBAR. "Es donde siempre acabamos". La mayoría de los músicos de Granada responden así cuando se les pregunta por el Ruido Rosa. Hay que añadir que también es el espacio donde muchos grupos empiezan. Entre cervezas, vinilos de Bo Diddley y pósteres de 13th Floor Elevators o los Byrds, el garito de la calle Sol lleva casi 22 años acogiendo a toda clase de artistas de la ciudad. Integrantes de bandas, escritores, cineastas, diseñadores o periodistas.
El sector más inquieto del ámbito cultural granadino encuentra un refugio en el Ruido, famoso por sus escalerillas en descenso al hedonismo. En ese oasis del subsuelo, bandas como 091, Lagartija Nick, Los Planetas, Niños Mutantes o Lori Meyers intercambian opiniones sobre sus conciertos, comentan los últimos discos que han escuchado. Incluso invaden la cabina para poner canciones.
En ningún otro espacio de este país se podrían catar las grabaciones en proceso de cocina de Grupo de Expertos Sol y Nieve, el proyecto paralelo de Jota Planetas. En asilo nocturno, formaciones de éxito masivo y otras de repercusión local coinciden en que el pub representa un bastión fundamental en la afición al rock en nuestras calles.
Se trata de paladares refinados: la pasión por los 60 y los 70. Los hermanos García Lapido -Javier, José Ignacio y Víctor- y Tacho González, el núcleo de 091, abrieron el Ruido Rosa en noviembre de 1987. "Decidimos montar el local por la música. Antes no había tantos bares como ahora, lugares donde escuchar las canciones que nos gustan", explica Víctor ‘Chico’ Lapido, que tomó las riendas como propietario único en el año 2000.
Recién llegado a Granada tras actuar en Buenos Aires con Morente y Lagartija Nick, uno de los proyectos en los que figura como guitarrista, exclama en pleno ‘jet lag’ que "¡ha sido un exitazo!". "Estuve presente el día de la inauguración del Ruido. Entonces tenía 17 años". Ahora, cuando habla del establecimiento, le vienen cuentas a la cabeza. Pero también la filosofía melómana que siempre ha estado ligada al negocio.
"En la historia del Ruido han pasado muchas cosas, tanto buenas como malas. Aunque lo que importa es la música". El hecho de que el dueño del local sea músico imprime carácter a ese cubículo donde los discos cobran vida. Clientela exigente. "La gente que viene al Ruido es muy exigente. No aceptan cualquier cosa. Ni yo lo admitiría. Sólo nos interesa la calidad. Si tuviera que resumirlo de alguna manera, diría que lo nuestro es la música de guitarras".
Para ‘Chico’ Lapido, este trabajo supone una ventaja dada su condición de guitarrista en Lagartija Nick y en Grupo de Expertos Sol y Nieve. "Es el complemento perfecto para dedicarme a tocar tanto tiempo". El menor de los Lapido reconoce que los álbumes suenan de una manera especial en el Ruido Rosa. Por eso, diversos músicos acólitos ‘cuelan’ por las noches sus demos para testar el nivel de lo registrado en estudio.
"Aquí se han oído antes que en ninguna otra parte algunas maquetas de 091, Lagartija Nick o Lori Meyers". El último ejemplo lo protagoniza Elastic Band, la gran revelación del pop granadino el año pasado. Antes de la salida al mercado de su alabado vinilo de debut, ‘Boogie beach days’, el combo encabezado por el mandolinista Pablo Román corroboraba entre las paredes del Ruido la novedosa tímbrica de su propuesta.
"El Ruido Rosa forma parte de nuestras vidas. Es el sitio donde la gente puede hablar de ese solo de guitarra de una canción de Bowie que nos flipa". Martín, Máscara, Napoleón Solo o Jordan son algunos de los grupos cuyos integrantes no suelen faltar a las veladas en el Ruido. Tampoco es difícil toparse allí con cantautores como Quique González o Nacho Vegas. El aderezo oportuno para un público selecto. Como Antonio Muñoz Molina, que se dejó caer con un Premio Planeta debajo el brazo. En la actualidad, lo jóvenes creadores siguen bajando las escalerillas de la calle Sol.
FUENTE: LA OPINIÓN DE GRANADA
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