LAPIDO, EL MÚSICO DE LAS PALABRAS:
En un país normal, ¿alguien sabe dónde queda ese socorrido país normal?, José Ignacio García Lapido sería un artista indiscutible. De esos que si no te gustan, te callas. Si te gusta la música y no te gusta Bob Dylan, es mejor callarlo. Es como si dices que eres un amante de la Naturaleza, pero que la montaña no te va. Lo de Lapido tiene un resumen obligatoriamente largo, un rosario de canciones descomunales que ha ido hilando a lo largo de más de veinticinco años de carrera, a cuestas con su talento y sus tormentos, sus principios y su honestidad, su habilidad creadora y su espíritu rockero. Si hay algo de malditismo en esta trayectoria todo queda superado por su prolífica obra y porque nunca ha sucumbido al tentador ensimismamiento como último refugio.
Granadino de la cosecha del 62, Lapido fundó 091 en el año de Naranjito, cuando las compañías de discos, con su habitual empanada mental, buscaban enamorados de la moda juvenil que les encumbraran en las listas de ventas. Es decir, forrarse a costa de chavales cargados de ilusiones. Con los Cero pincharon en hueso, porque detrás de aquella aguerrida banda guitarrera había temas, canciones, letras, influencias y decididas intenciones. Un gran grupo, en definitiva. Pero 091 ya es historia, sorprendente historia que soporta la revisión del tiempo, porque en sus siete discos se esconden varias de las mejores canciones del pop español de todos los tiempos.
Si algo quedó claro tras la disolución de 091, es que a José Ignacio Lapido la soledad le sienta fenomenal. Tras la supuesta incertidumbre de qué hacer después de una experiencia tan absorbente como vivir el nacimiento, crecimiento y muerte de su grupo de cabecera, el músico, con su esencia creativa como única arma, se enfrentó a su particular espejo creativo y comenzó a darle manivela. Y fueron cayendo Ladridos del Perro Mágico (1999), Luz de Ciudades en Llamas (2001), Música Celestial (2002), En Otro Tiempo, en Otro Lugar (2005), y el reciente Cartografía. Si en otros casos, lo más relevante, lo que promocionan sus disqueras, es su próxima presencia en play back en tal o cual programa, en el caso de Lapido, una vez más, se impone una urgente revisión a todo lo bueno que contienen esos trabajos, con especial atención a su intenso último disco. Es decir, disfrutar de la enjundia y contenido de un artista en las antípodas de la imperante superficialidad.
Él, que dice, como lo hace en una canción, que está "en el ángulo muerto", joder, aún quedan metáforas, "es el sitio perfecto, nadie me ve", se merece un domingo glorioso en el Gran Café de León, en este Noviembre Eléctrico que ha de ser nuestro particular brasero para templar un mes que se avecina frío y crítico. Parece el lugar y momento adecuado para Lapido, si no fuera porque es un personaje poliédrico, como lo demuestra, a continuación, el particular lapidario de un hombre pegado a una Gibson SG, que hasta en eso es consecuente y comprometido con la maltratada música popular del siglo XX-XXI.
LAPIDARIO IMPRESCINDIBLE: En http://www.elpoetaelectrico.com/
"Si grabara en una multinacional con un presupuesto de la hostia intentaría que el olor a billete verde (morado) no se impregnara en mis canciones. En este caso igual. Intento que el tufo a autogestión no vaya incluido en el precio del cd".
"Sobre la causalidad o casualidad en el hecho artístico estoy escribiendo un ensayo al cual os remito cuando se edite; o sea: nunca".
"El escribir una letra que, por ejemplo, trate de alguien que se va a suicidar no tiene por qué deprimirme necesariamente. Todo lo contrario, si veo que me está saliendo bien, con sus rimas y sus metáforas en perfecto estado de revista, hasta soy capaz de tomarme un vaso de vino al acabarla para celebrar tan feliz acontecimiento. Intento crear belleza a partir del dolor. El que sean "letras tristes" no significa que yo esté triste y azul como el gato de Roberto Carlos veinticuatro horas al día".
"La escala pentatónica, es decir, la que utiliza cinco notas, es la que se utiliza mayormente en el blues y el rock. Es la primera escala que yo aprendí (Y la última) La escala pentatónica me salvó la vida. Al ponerle Pentatonia a mi sello lo único que hago es dar fe de mi amor incondicional por el blues y por el rock"
En http://www.irreverendos.com/
"El rock en España necesita fe, esperanza y caridad. Las virtudes teologales, las bienaventuranzas y cuatro padrenuestros. La cosa está muy mal. Todo lo que recemos es poco".
"No tengo ningún tipo de ilusión. Soy un profesional de la desilusión. He hecho Cartografía porque tenía que hacerlo, era un compromiso conmigo mismo (con el que fui alguna vez) y con los que me rodean, pero si te digo la verdad, me ha dado más sinsabores que alegrías. Hacer discos, ahora mismo, es una pérdida de tiempo y de dinero".
"No creo que la actual situación de decadencia del rock me influya para nada a la hora de componer. Yo siempre he estado en decadencia, así que llevo ventaja en ese aspecto".
- ¿Deja alguna vez el compositor de pensar en canciones?
Sí, cuando voy a echar la primitiva todos los jueves.
Texto: Pacho Rodríguez.
Concierto de Lapido el 2 de Noviembre a las 22:00 en El Gran Café.
PRECIO: 12 euros anticipada 15 euros en taquilla
FUENTE: El Rin.com
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